miércoles, 14 de mayo de 2014

A Knapsack problem

¿Quién puede ser tan insensato como 
para morir sin haber dado, por lo menos, 
una vuelta a su cárcel? 
-Marguerite Youcenar-

Revisó por ultima vez sus papeles, todo estaba listo. Había entregado su apartamento, vendido sus cosas,  y ya liviano de equipaje, solo esperaba una visa para seguir el viaje. Y así, seguro, como todos aquellos que creen en que vivir es ver tierra en extensión, se lanzó a su aventura. Esperaba recorrer muchos lugares despacio y a su paso como le gustaba, como le había gustado recorrer aquella extensión de tierra que por mucho tiempo fue su morada. Calle a calle, café a café, de banca en el parque a banca en el parque, de jardín en jardín. Soñaba con ver letras extrañas, escuchar idiomas extraños y poco a poco comprender, comprender esas diferencias que separan los lugares. Con la mas inmensa ilusión hizo la fila, entregó sus papeles y cuando le preguntaron por el motivo de su viaje contestó con la mayor naturalidad y emoción -conocer-. ¿Por qué no tiene carta laboral? -porque voy a conocer- repitió. ¿Qué garantiza su regreso al país? -Nada- contestó una vez más asombrado. Y ahí se dio cuenta que las mochilas livianas no siempre son lo mas conveniente.

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